jueves, 10 de julio de 2008

Día de la Patria

Carta del General Güemes


Hoy 9 de julio, fecha de la Patria, quería compartir con ustedes una carta escrita por el General Martín Güemes a su acerrimo enemigo el español Olañeta. La misma es en respuesta a la carta enviada por Olañeta con el fin de intentar seducir (coimear) a Güemes y de amenazarlo ya que estaban prontos a llegar al alto Perú fuerzas españolas veteranas de las luchas contra Napoleón. También hay que tener en cuenta que desde la Revolución de 1810 todas las batallas por la independencia se llevaron a cabo en el norte, con escasa ayuda de Buenos Aires, por lo que Salta se encontraba en ese momento en una situación desesperante.

Es un poco larga pero vale la pena…

 

Es por esos días, el 19 de setiembre de 1816, que Olañeta y Marquiegui le escriben sendas cartas a Güemes, donde amenazándolo por una parte con las glorias de los escuadrones de Dragones de la Unión y Húsares de Fernando 7º, con los regimientos de Extremadura, Gerona y Cantabria, “formidable Vanguardia vencedora del Venta y Media con su ejército reforzado que hará al vil porteño correr por esas pampas peor que en Wilohúma”, llamándolo a que reflexione “sobre la deplorable situación en que se hallan ustedes por todos aspectos” y se decida “a labrar su felicidad futura, desviándose de la ruina que le amenaza.” Lo llama a “no delirar cándidamente” con los progresos de

Belgrano y en lo de sus gauchos, dado que no son suficientes para contener sus ventajas. Trata de aprovechar las disidencias internas, llamándolo a que no sigan “la seducción de los mandones de Buenos Aires” y que serán responsables ante Dios de los perjuicios que se sigan. Los llama bandidos y asesinos a sus gauchos. Y, por supuesto, lo tienta: “Si Ud. se halla al cabo de lo expuesto y tiene ánimo de no sacrificarse, avíseme Ud. a la mayor brevedad para que con mis jefes le proporciones cuanto desee para su

familia.” ( )

 

Respuesta de Güemes:

 

“Muy señor mío y pariente. Al leer su carta del 19 del corriente formé la idea de no contestarla para que mi silencio acreditase mi justa indignación; pero como me animan sentimientos honrados, hijos de una noble cuna, diré a Ud. que desde ahora para siempre renuncio y detesto ese decantado bien que desea proporcionarme. No quiero favores con perjuicio de mi país: éste ha de ser libre a pesar del mundo entero. Vengan enhorabuena esos imaginarios regimientos de Extremadura, Gerona, Cantabria, Húsares y Dragones, y vengan también cuantos monstruos abortó la Europa con su Rey Fernando a la cabeza.

Nada temo, porque he jurado sostener la independencia de América, y sellarla con mi sangre. Todos estamos dispuestos a morir primero que sufrir segunda vez una dominación odiosa, tiránica y execrable. ¿Qué más quiere Ud. que le diga? Que adopte la guerra que más le acomode para nuestra destrucción, pero tema, y mucho, la mía. Si Ud. Quiere entrar con ese pequeño grupo de tropas a los pueblos de Jujuy y Salta, avísemelo y en el momento (le empeño mi palabra de honor) me retiro dejándole franco el terreno; quiero ver esa guerra análoga a la mía. Quiero que midamos nuestras fuerzas, y quiero recordarle los triunfos de Venta y Media y Wiluma [Sipe Sipe].

Estoy persuadido que Ud. delira, y por esta razón no acrimino como debía y podía el atentado escandaloso de quererme seducir con embustes, patrañas y espantajos que me suponen tanto como las coplas de Calaínos. Y luego dirá Ud. que es un oficial de honor y del Rey. ¡Qué bajeza! ¿Y así lo toleran sus jefes? ¿Así lo consienten en ese Ejército Real? Valerse de medios tan rastreros como inicuos solo es propio del que nació sin principios. Un jefe que manda un ejército tan respetable, a él sólo debe fiar el buen éxito de sus empresas. Lo demás es quimera, es degradarse y es manifestar mucha debilidad. Yo no tengo más que gauchos honrados y valientes. No son asesinos, sino de los tiranos que quieren esclavizarnos. Con éstos únicamente lo espero a Ud., a su ejército y a cuantos mande la España. Crea Ud. que ansío por este dichoso día que me ha de llenar de gloria.

Convénzanse Uds. por la experiencia que ya tienen, que jamás lograrán seducir no a oficiales, pero ni al más infeliz gaucho: en el magnánimo corazón de éstos, no tiene acogida el interés, ni otro premio que su libertad. Por ella pelean con la energía que otras veces han acreditado y que ahora más que nunca la desplegarán. Ya está Ud. satisfecho; ya sabe que me obstino, y ya sabe también que otra vez no ha de hacer tan indecentes propuestas a un oficial de carácter, a un americano honrado y a un ciudadano que conoce más allá de la evidencia que el pueblo que quiere ser libre, no hay poder humano que lo sujete.” Y Güemes, al lado de su Carmen, termina con una ironía magnífica: “Sin perjuicio de esto vea Ud. si en otra cosa puede serle útil su afectísimo servidor Martín Güemes”.


Habría que leerla en el congreso delante de todos los BOROCOTO